¿Y SI FUESEN CEREZAS ?


 

Mag nos insta, para el relato de este jueves,  a un interesante juego literario e histórico a la vez.

La idea me parece muy original, aunque no exhenta de dificultad . Vamos, pues, a intentar satisfacer

su propuesta.





Al abrir los ojos, me vi rodeada de una frondosa vegetación. De esta crecían las más hermosas flores. Se alzaban grandes árboles frutales, algunos conocidos por mí y otros tan exóticos, que  me resultaban extraños y sorprendentes. Todo era belleza en aquel vergel. El rumor del agua cercana y el canto de un millar de aves invitaban a dejarse llevar, disfrutando de aquel oasis virginal. Parecía  inhabitado . Fue, al mirar con más detenimiento hacia un pequeño claro, cuando reparé en ella. Era una mujer rubia, tenía la piel muy clara. Al verla al lado de un árbol, pensé que no era muy alta. Estaba casi desnuda: solo unas hojas de parra cubrían parte de los senos y el sexo. Parecía interesada en algo cercano a ella. Creí escuchar un siseo que provenía de un manzano. Me acerqué con suma delicadeza y le pregunté qué estaba haciendo. Se fijó en mí. Por un momento, pensé haberla sorprendido o asustado. Pero no,  pronto desvió su vista de mi persona y volvió a centrarla en el árbol parlante. Entonces, vi cuál era el objeto de su interés. Alrededor del tronco de madera se aferraba una serpiente, con dos cuernecillos en su pequeña cabeza, que parecia intentar convencer a Eva para que comiese una hermosa manzana fuji espectacular  ¡Quién me lo hubiera dicho! ¡ Yo, en el Eden, a segundos de cometerse el pecado original!. Un privilegio espacio-temporal.
Me di cuenta de la verdadera situación: Eva daría a comer la manzana a Adán y serían expulsados del Paraiso Terrenal. ¿Yo me encontraba allí, podía evitarlo! Un pensamiento fugaz cruzó por mi cabeza. ¿ Y si no fuese "ganar el pan con el sudor de tu frente" o "parir con dolor"?. No reflexioné mucho más. Agarré el fruto de la tentación de la mano de Eva. Lo lancé, con todas mis fuerzas, lo más lejos que pude. Luego, fue el turno de la serpiente. Con superlativo reparo, y mucha rapidez, la enganché por lo que parecía su cuello y la arranqué del frutal. Hice que siguiera la misma trayectoria que la dichosa manzana. No se oyó ninguna voz atronadora en el firmamento. Solo silencio. Tras este impas, los pajarillos siguieron  con sus cantos.
Eva, aquel día, ofreció a Adan unas cerezas picotas granatosas y suculentas. Este se sintió un hombre feliz y yació con su mujer.
El resto, ciencia ficción. Vivimos en un mundo donde el alimento está al alcance de todos, no hay guerras ni luchas entre hermanos y el ocio es nuestra tarea diaria. Todo, gracias a unas cerezas.




CON OTROS OJOS

Esta semana nos convoca DOROTEA para el relato juevero, con el tema 

ojos que nos ven 

Soy asidua lectora, pero hoy me atrevo a publicar. Es mi "primera vez" así que, sed benévolos. 




Como cada mañana, al poco de despertarme y tras comprobar que todo el grupo está bien, me acerco a esa pared transparente que me separa de ti. Me gusta observar lo que va sucediendo fuera. Aquí, a pesar del “hábitat” adecuado a nuestra especie, no hay muchas cosas que hacer. Soy bastante viejo, las canas de mi dorso lo muestran, y ya no me atrae corretear con los más jóvenes o perseguir hembras en celo. A veces, tengo que imponer orden: bastan dos gruñidos estridentes o unos golpes sonoros en el pecho para bajar los humos a los aspirantes al mando. Pero, me cansa batallar en una tierra extraña, en un mundo verde de mentira. Ya no siento que esté defendiendo nada, nada es mío. Mirar a través de un vidrio es, pues, mi única y real ocupación.                                                                                                     

Durante las primeras horas del día, veo el ir y venir de gente con cestas llenas de vegetales que distribuyen por nuestra área. Por aquí, todos somos herbívoros. Nada de insectos. Los colores y olores inundan el pabellón y, por un momento, si cierro los ojos, me viene a la mente el olor a tierra mojada. Es divertido verlos andar erguidos, sobre sus dos patas, y me admira su agilidad para moverse así. Siempre son los mismos, y siempre tienen prisa y eso que, el tiempo aquí parece una eternidad. Cubren su cuerpo con pieles de colores semejantes, como si no quisieran ser reconocidos. Pero, yo los huelo y se, a la perfección, quien es cada uno de ellos. No pueden engañarme.

Luego hay una especie de calma momentánea y, de nuevo, llega el bullicio. Ahora son muchos más los humanos que pasean por la zona y, la mayoría, tienen una estatura pequeña, hablan más fuerte y corren de aquí para allá de forma alborotada. Creo que son crías todavía. Llenan el aire de voces y ruidos: parecen pasarlo bien. Y es entonces, al acercarse ellos a mí, cuando me sorprendo gratamente: sus pequeños ojos miran, con enorme curiosidad. No todo está perdido: ellos también saben parar y observar