la mentira
En
medio del bullicio del aeropuerto, Paula se movía erráticamente con una mirada
casi perdida. Tenía que encontrar su terminal, era tarde. Faltaba poco para el
embarque, así que debía darse prisa. Carlos la había entretenido al ir a
despedirla. Ella aguantó con aplomo la tensa situación.
- ¿Estas segura,cuca? – ella odiaba aquel apelativo cariñoso con el que la trataba de vez en cuando.
- Si, es
lo mejor. No vuelvas a preguntármelo. Esto no es fácil para mi
El
alzó los hombros y no dijo nada más. Le dio un beso en los labios que ella
intento esquivar.
- Nos
vemos a la vuelta. Mucha suerte.
Ella asintió
y se marcho sin girar la cabeza. No quería que él la viera llorar. Esperaba no tener
que volver a verle. Había sido una decisión muy dura, pero ya estaba tomada. No
sabía a cuento de qué venía aquel “estar segura”. ¡Vaya hipocresía! Era él
quien insistió en aquella solución.
A sus
padres no le costó convencerles: iba a Leiden, un pueblecito universitario de Ámsterdam,
para un monográfico sobre el autismo. Ella se preparaba para las oposiciones de
pedagoga y aquello le iría muy bien. Era un poco caro, pero le daban una beca y
solo pagaba el viaje y el hotel. Incluso se emocionaron, porque “su niña iba a
estudiar al extranjero”. ¡Que poco sabían ellos!
Esa fue
la primera mentira. La de sus padres. Le temblaba la voz. Ellos creyeron que
eran los nervios. Paula no podía mirarlos.
La
siguiente no le costó tanto. Carlos se portó como un cobarde. Le dijo que él no
quería meterse, que era una cosa de ella y lo tenía que decidir “libremente”.
Ella le dijo que tenía mucha razón.
Por segunda
vez, volvió a mentir. Le dio la razón a Carlos y ella tomo la decisión. Pero
esta vez, no sufrió. A Carlos solo le importaba Carlos. No habría un mañana con
él. No se dio cuenta a tiempo, pero más valía tarde que nunca.
La
última mentira era la peor, la más cruel porque era ella quien debía creérsela.
“Es lo mejor para todos, sobre todo para mí”, se iba diciendo mientras avanzaba
hacia el avión, se acariciaba el vientre suavemente y musitaba “lo siento,
David”