CINCO ALMAS PARA UN FUNERAL
Respondiendo al reto juevero del Vici Solitari aqui os dejo mi "trágica" aportación
Amanda, la vecina de Don
Prudencio, tendero de la única tienda de San Atapulcio Bendito, era una mujer todavía
lozana a sus cuarenta y dos años. Prudencio, en secreto, estaba locamente enamorado
de ella. Pensaba él, para sí mismo, que a sus cuarenta recién hechos no le
importaría tener a aquella hembra como esposa, aunque fuese mayor que él. Mas
experiencia tendrá, se decía
Cuando ella entraba en la
tienda, el olor a jazmín de su perfume y el repiqueteo de sus zapatos de talón
en el parqué enloquecían de tal manera al tendero que olvidaba al resto del
personal. Sus ojos y atenciones eran solo para ella. Como si se hallara
hipnotizado
Poco le importaba su
condición de madre soltera, a pesar de lo impertinente que llegaba a ser
Leonor, su hija adolescente, que aquel fatídico día cumplía los dieciséis años
y que acompañaba a su madre con el fin de comprar chucherías para su fiesta de
aniversario.
Pero esas atenciones hoy
iban a traer malas consecuencias.
Prudencio charlaba con
Leopoldo, gran amante del ciclismo, el cual había ido a buscar un inflador
automático suizo que había encargado hacía ya dos meses. Mientras se quejaba de
la espera y el precio con grandes aspavientos, entró Amancio un cazador novato
que buscaba un cuchillo de caza. Ambos eran cotizados clientes del tendero
A pesar de tan solo el año de diferencia que
Amancio se llevaba con Leopoldo, treinta y uno el primero y treinta y dos el
segundo, tenían caracteres muy opuestos. La lozanía de Leopoldo, su alegría y
las ganas de vivir, contrastaban poderosamente con las malas caras, los
gruñidos y los achaques de viejo que se apreciaban en Amancio. Decían incluso, las
malas lenguas, que no se podían ver.
La realidad era otra.
Leopoldo y Amancio eran amantes desde hacia cinco años, pero en el pueblo nadie
conocía su secreto. Y ellos se guardaban mucho para que no se hiciera notorio.
Pero volvamos a aquella
nefasta fecha. Estando los tres hombres en la tienda, mientras hablaban sobre bicicletas
y armas blancas, temas que nada tenían que ver, cruzó el umbral Amanda y su
hija. De repente, a Don Prudencio se le fue la chaveta y se olvidó de todos sus
clientes con el afán de besar la mano de la mujer.
No viendo claras las
intenciones, Amanda se echó para atrás con tal mala fortuna que cayó accidentalmente
sobre Amancio, el cual blandía su cuchillo a modo de espada. La mujer murió en
el acto y Don Prudencio, sin pensarlo dos veces, se tiró al cuello del joven
cazador, todavía estupefacto por el asesinato que había cometido.
A pesar de los intentos
de separarlos por parte de Leopoldo, todo fue en vano: Amancio murió asfixiado.
Colérico por el hecho, Leopoldo empujó al tendero que cayo sobre el mostrador desnucándose.
Ante el horror de ver asesinado
a su amante, el ciclista cogió una botella de lejía y se la bebió entera, muriendo
al acto entre grandes estertores.
Leonor, inmutable ante
tal espanto y mirando toda la escena con frialdad, decidió coger un curioso
dulce de detrás del mostrador.
Nunca llegó a saber que
era uno de los que Don Leopoldo cubría con cicuta para matar los ratones que, de
vez en cuando, aparecían por la tienda.
Un texto muy bien llevado, con ritmo perfecto.
ResponderEliminarUn buen relato. Un abrazo fuerte, amiga.
Muchas gracias, Albada. Valoro mucho tu opinion. Un abrazo fuerte también para ti
EliminarUn relato muy bien armado y que cumple todos los requisitos del reto. Saludos jueveros
ResponderEliminarGracias, Neogeminis. Hace tiempo que no me pasaba por el blog y me encanta que pienses eso de mi relato.
EliminarUn saludo también para ti
En San Atapulcio Bendito se haría cruces sobre lo que había ocurrido en aquella tienda. Aunque unos cuantos secretos permanecerán, como la relación que tuvieron Leopoldo y Amancio, que nadie imaginaba. Un relato muy divertido. Besos
ResponderEliminarM. Cristina
Para cruces las del cementerio de San Atapulcio. Resulto un poco costoso matar a tante gente.
EliminarMuchas gracias por tu opinión. Besos
Prudencio merecía conquistar a a Amanda. O por lo menos, parecía que lo merecía hasta la última línea. Incluso, no le importaba que su amada ya fuera la madre de una adolescente.
ResponderEliminarYa sabia que Amancio y Leopoldo, por una razón u otra razón causarían el desastre para todos.
La fría Leonor pudo haber sobrevivido, de no ser por esa imprudente idea de Prudencio, de envenenar dulces, sin pensar que más de un humano podría tentarse.
Un abrazo.
Bueno, Demiurgo, Todos merecemos algo mas que una tragica muerte en nuestra vida, Pero la cuestión era matarlos a todos sin piedad. Gracias por tu opinión.
EliminarUn abrazo.
Muy buena historia, bien contada y con un buen ritmo, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarSaludos.
PATRICIA F.
Me gusta que te haya gustado. Es muy agradable oir todos esos halagos de ti. Gracias por seguirme. Un fuerte abrazo
EliminarCuanto infortunio, para colmo comerse una chuche que iba destinada a los ratones. Enhorabuena, muy bien gestionadas las muertes. Ya te sigo. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Nuria. Si, cinco muertes de golpe y de diferente modo me ha sido un poco dificil de armar. Me alegra mucho que me vayas a seguir: UNfuerte abrazo
EliminarComo puede ser posible que con solo escasos segundos de diferencia, una reunión que pintaba bien se transformó en una escena dantesca??..pero así es que suceden a veces los sucesos fatales..muy buen esa parte de los amantes que para evitar murmuraciones se hacian pasar por personas que no se llevaban bien....me encantó tu relato....bsss
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